Tóxicos ambientales, disruptores endocrinos y fertilidad
En los últimos años, se ha desarrollado un creciente interés científico para conocer la relación que existe entre la exposición ambiental y ocupacional a tóxicos y contaminantes con diferentes alteraciones de la salud humana, así como la implicación de estos productos en la capacidad reproductiva de la pareja.
Contaminación
Se denomina contaminación ambiental a la presencia de elementos perjudiciales (químicos, físicos o biológicos) en el medio ambiente, que supongan un daño para los seres vivos que lo habitan.
Y es que parece que una proporción de casos de esterilidad con causa desconocida podría atribuirse o relacionarse con distintas exposiciones ambientales o profesionales a contaminantes, donde el individuo se vería sometido a un estrés oxidativo elevado y a un perjuicio a nivel genético y epigenético en sus células reproductivas [1].
Sin embargo, la gravedad o el impacto adverso de estas sustancias químicas sobre la fertilidad en la pareja depende de varios factores como: tipo de producto, duración de la exposición, concentración del contaminante, etc.
Tipos de tóxicos
Los agentes tóxicos más conocidos que podrían tener efecto sobre la fertilidad humana son:
- Hidrocarburos aromáticos (bencenos, toluenos)
- Hidrocarburos halogenados (pfalatos, propanos, fenilos)
- Compuestos organoclorados (pesticidas)
- Algunos metales pesados como el plomo y el cadmio
Disruptores endocrinos
Por otro lado, los disruptores endocrinos, son sustancias químicas exógenas al organismo, naturales o sintéticas, que interfieren con la producción, transporte, acción de las hormonas naturales de nuestro organismo como son los estrógenos y los andrógenos. Podría decirse que se comportan como “falsos estrógenos o imitadores”. Destacan algunos pesticidas organoclorados, los pfalatos, el bisfenol A, etc.
Estos disruptores, se diferencian de otros tóxicos ambientales en que el daño lo pueden producir en función de la etapa en la que actúan, es decir, es diferente la exposición en la etapa fetal, en el niño o en el adulto. Además, la dosis de éstos tendría una implicación directa.
Existen diversos estudios que establecen que todos somos portadores en nuestro organismo, en mayor o menor grado, de estos disruptores al almacenarse muchos de ellos en la grasa corporal. No obstante, la exposición a dichas sustancias químicas durante la vida adulta, o incluso antes del nacimiento, podría afectar negativamente incluso a la salud reproductiva de las generaciones futuras [2].
Así, según la etapa del crecimiento cuando se produjo el contacto, se relacionan con:
- Alteraciones en la formación y cierre de la uretra (hipospadia).
- Alteración en la localización de los testículo (criptorquidia).
- Alteraciones en la espermatogénesis.
- Cáncer testicular en la edad adulta.
- Trastornos de la función ovárica y anomalías benignas del útero y las mamas.
- Endometriosis.
Es fundamental la realización de una minuciosa historia clínica medioambiental a estas parejas con el objetivo de realizar prevención, diagnóstico y tratamiento de su problema de fertilidad en relación con estas sustancias que, hoy en día, se encuentran tan presentes en nuestra vida cotidiana.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
- Checa Vizcaíno MA, González-Comadran M, Jacquemin B. Outdoor air pollution and human infertility: a systematic review. Fertil Steril. 2016;106(4):897-904.e1.
- Brehm E, Flaws JA. Transgenerational Effects of Endocrine-Disrupting Chemicals on Male and Female Reproduction. Endocrinology. 2019;160(6):1421-1435.
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Dr. Jorge Ten, director de la Unidad de Embriología del Instituto Bernabeu